NO ESTABA MUERTO, ESTABA DE PARRANDA.
No se que paso, pero hasta el final del año pasado había un lugar del centro al que yo iba con bastante frecuencia, no tenia nombre, pero todos lo conocíamos como Don Benny, o Don Benito, nombre del dueño, que siempre estaba detrás de una vitrina, leyendo el periódico o limpiándola … muchas veces, cuando ya estaba un poco pasadita, le pregunte si su nombre en realidad era Benito (tengo que decir que siempre respondió que si, y que respondió amablemente cada una de las veces que le pregunte, mientras que los dos escuchábamos como me decían, “ya esta borracha, otra vez preguntando eso”), y estoy bien segura también, que le decía siempre que tenia un tío que era su tocayo…
Todo este año, como persona de rutinas que soy, he ido a donde Benny, al principio, al menos una vez a la semana, y ahora, cada tanto, pero nada. Al principio, habitualmente siempre que llegaba, había alguien mas mirando por el vidrio de la puerta cerrada, y nos preguntábamos que podía haber pasado con él, ahora no me encuentro con nadie. Llevo mucho tiempo sin caminar por el corredor amplio y oscuro que uno recorría para llegar a los cinco salones que conformaban el lugar. Hace varios años estos debían hacer parte de una gran casa, ahora como evidencia de esto, quedaba el baño (con tina, inodoro y retrete de marca “peeras”, si mal no recuerdo), dos salones de buen tamaño, de techos altos, grandes ventanales (en realidad solo uno, que daba a un patio interior, y era en la mesa junto a esa ventana en la cual yo me sentaba siempre que podía), un salón pequeño, que se podía aislar de los demás con tan solo cerrar las puertas, y en el que estaba la mesa grande, otro pequeño salón, como con tres mesas solamente y finalmente el espacio donde estaba la vitrina / barra de Don Benny y creo que dos mesas frente a ella.
Creo que lo que mas extraño, es que justo después de que yo llegaba, empezaba a sonar el acetato de los Panchos, abriendo con el “rayito de luna”. También extraño que era uno de esos lugares en los cuales me sentía cómoda, no tenia problema en ir sola y tomarme una cerveza, o dos y que allá el aguardiente reposado entraba suavecito (fue en ese lugar, en el que revivió mi confianza en el aguardiente).
Don Benny siempre fue un buen spot, y creo que para mi se convirtió de algún modo en algún tipo de refugio, no era un lugar popular, casi nunca habían mas de seis personas y al final de todo, reconocías a la gran mayoría de las que iban (jamás sin dejar de sorprenderte por encontrarte con alguien que jamás en la vida habrías imaginado allá). Don Benny ya sabia que tomabas y con quien ibas, y al final, podía extenderse un par me minutos mas en su horario (habitualmente cerraba a las 8 de la noche), para atenderte… varias veces me dijo “esperemos a que se vallan los de la otra mesa y le traigo su cerveza”.
Espero que Don Benny se este tomando una vacaciones largas, y que este bronceando su bigote en un crucero por el caribe, la verdad, cualquier otra opción me da un poco de tristeza, espero que dentro de unos días pueda decir “no estaba muerto, estaba de parranda”.
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